"La mirada zurda nos propone un insólito recorrido
cinematográfico, casi un itinerario vital, porque a Fernando se le pueden
achacar algunos defectos, tachas o fisuras (quede libre el que después resultó
apedreado) mas nunca la de no conocerse a sí (es decir, que disfruta de la más
sublime de las virtudes, para lo pleno, para lo terrorífico, al modo que nos
mostró Burke). La selección que aquí se nos presenta no es inocente, es una
relación de las muescas —estéticas y éticas— que el conjunto de títulos mencionados
ha dejado en quien los recita (y hay ocasiones en que, incluso, los proclama).
También por eso resulta fascinante este viaje, porque, además del punto de fuga
escogido para iluminar la historia, lo que se descubre, en una segunda o
tercera instancia, es la huella de una personalidad fascinante.
Se entra a oscuras, sin conocer la programación. Uno se
acomoda. Cuando el estupor se disipa, comienza la fruición.
Se pueden destacar muchas cosas de estos textos. Por encima
de otras, voy a quedarme ahora con la elegancia del modo en que se detalla lo
que se dice. La elegancia es mirar a las cosas desde su altura y no tratar de
imponerlas nuestro estilo, impronta, prejuicio, cabezonería, ocurrencia o
sentimentalismo. Eso sería un expresionismo, interesante para otras artes. La
elegancia de esta mirada zurdesca radica en lo contrario, en dejarse impregnar
por lo que a uno le están contando, sin contaminar. Una suerte de impresionismo
entusiasta aunque libre de euforia. Elegante. Para después proceder a establecer
esa conexión sorprendente, metazurdesca, de entramados lumínicos de hipertextos
que procrean a cada instante y que, ahora sí, razonan lo que previamente se ha
sentido. Conocerse. A sí mismo. Sin moralinas. Sin expedientes reglamentarios." (ESTHER PEÑAS)
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