"Se ha llegado, efectivamente, a la idea de que el escritor tiene una cierta obligación de sufrirlo todo, y si encima se queja, parece un cínico o un pedigüeño. Que siempre ha tenido entre nosotros un cierto e insoportable carácter de beneficencia el entendimiento al que llega el individuo con la entidad o empresa. Entretanto, las cuatro ideas que circulan por ahí, y de las que vive y se nutre toda una época, son cuatro ideas inventadas por el escritor y mantenidas por él con su pluma. Y quienes tienen algo en España saben que lo tienen y cuáles son sus derechos a tenerlo por quienes escribiendo se preocupan todos los días de decírselo y defender sus causas. Y los que no tienen nada, si saben alguna vez que no lo tienen y llegan a creer que se puede tener quitándoselo a los demás, es también porque hay plumas encargadas de decírselo todos los días, cumpliendo quién sabe si una íntima y anárquica decisión de que ruede aquel edificio de una sociedad donde monstruosamente no han encontrado puesto.
El mundo se mueve por ciclos de pensamiento escrito. Pero los escritores siguen viviendo de milagro, condenados a trabajos forzados y limitando a norte, a sur, a este y a oeste con los polos cuadrados de la indiferencia cerril."

(CESAR GONZALEZ RUANO)

martes, 13 de agosto de 2013

SEGUIDORES Y PELMAZOS

Tal vez sea por las aún recientes proyecciones de EL BOSQUE ZURDO en el Círculo de Bellas Artes o sencillamente porque en el verano hay más ratos tontos que dedicar a prioridades muy secundarias pero, tras meses de plácido estiaje, en la canícula se me acumulan los tiestos que solicitan ser ¿amigos? de FB. Todos reciben su correspondiente aviso de peaje y todos reaccionan igual: o bien alzando el gallo ante tamaña ofensa o bien escaqueándose en el silencio tancrediano (o sea, quedarse ahí plantificados, sin retirar la solicitud -que sería lo lógico si, una vez leído el aviso, no tienen la menor intención de cumplir sus condiciones-). Bueno, ultimamente algunos me han salido con una cosa nueva: en realidad, sólo querían preguntarme tal o cual historia y se excusan por las molestias. En ningún caso aprueban el test de empatía, se ponen en mi lugar y procuran comprender la razón del peaje. Está claro que hacer un pedido de uno de mis libros o de la colección corazonesca es una prueba demasiado dura sólo propia de una mente cruel y vesánica como la zurda.
Y ahí está el quid, la diferencia entre quien le sigue a uno y quien lo que pretende es imponer su presencia en la vida de uno: la diferencia entre la atención respetuosa siempre cargada de empatía, de condolerse con las desgracias de aquel a quien se atiende cuando el idol en cuestión está en horas bajas y la profanación, la intención de que carguen con tu no solicitada presencia más para afirmarte tú (esa afirmación profana de las masas tan bien descrita por Ortega en su ensayo) que para confirmar tu afinidad con el presunto idol. El mismo impulso que lleva a ensuciar con inscripciones obscenas (por idiotas) los muros de una iglesia desierta o la corteza de un árbol hendido por el rayo.
Y por enésima vez lo repito: bendita la hora en que se me ocurrió lo del peaje...  




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