para Edgar y otras excepciones a... la regla
-Me gusta escuchar a los músicos del Metro, contemplar a los mimos del parque, deleitarme con las historias y versificaciones de los rapsodas que a veces paran en la plaza. Suelo comprar unas latas de cerveza y pasarme buenos ratos de palique con ellos entre los descansos de sus actuaciones. Aunque últimamente están un poco raros, como menos cordiales. No dan mucho pie a la conversación...
-¿Alguna vez les ofreciste una birra o dejaste una moneda en sus sombreros?
-¿Yo, de qué? Jamás doy limosna... ¿Tú crees que puede ser por eso su cambio de actitud? Dios, qué gente más interesada... Ya no se puede fiar uno de nadie. Y yo pensando que hacían eso por amor al arte...
-Chico, yo tampoco doy nunca limosna pero, desde luego, si me parase a pegar la hebra con alguien que toca, canta, versifica o hace muecas en la calle (que no lo hago, salvo en muy raras ocasiones -recuerdo una mañana en el jardín botánico a un sujeto que tocaba ese cacharro de madera australiano de sonido monocorde...-) procuraría dejar una moneda en sus sombreros. Y, por supuesto, no lo consideraría una limosna.